Aunque no escribas libros, eres el escritor de tu vida.
Aunque no seas Miguel Ángel, puedes hacer de tu vida una obra maestra.
Aunque no entiendas de cine, ni de cámaras, tu existencia puede transformarse en un film primoroso con Dios de productor.
Aunque cantes desafinado, tu existencia puede ser una linda canción, que cualquier afanado compositor envidiaría.
Aunque no entiendas de música, tu vida puede ser una magnífica sinfonía que los clásicos respetarían.
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración.
Aunque tengas cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de espíritu.
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior.
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede sonreír.
Aunque tus manos conserven las cicatrices de los problemas y de las incomprensiones, tus labios pueden agradecer.
Aunque las lágrimas amargas recorren tu rostro, tienes un corazón para amar.
Aunque no lo comprendas en el cielo tienes reservado un lugar…
“Todo, depende de tu confianza en Dios y de tu empeño en ser digno hijo suyo. Y esto sólo se puede hacer a través de nuestro Señor Jesucristo. Su hijo amado, perfecto y santo”
Salmo 46:10
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