Juan 8:1-11
Reina-Valera
1960 (RVR1960)
8 y Jesús se fue al monte de los Olivos.
2 Y por
la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les
enseñaba.
3 Entonces
los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y
poniéndola en medio,
4 le
dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
5 Y en la
ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
6 Más
esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el
suelo, escribía en tierra con el dedo.
7 Y como
insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin
pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
8 E
inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
9 Pero
ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando
desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que
estaba en medio.
10 Enderezándose
Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los
que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
11 Ella
dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no
peques más.
Una aflicción es una presión
demoledora que nos amenaza con la destrucción. Nuestra salud, nuestra paz
mental o nuestras relaciones pudieran peligrar. Sabemos que Dios nos consolará
cuando estemos enfermos, pero ¿estará Él
con nosotros cuando estemos sufriendo por los pecados que hayamos cometido?
Ésta es una pregunta que muchos
creyentes se hacen, y muchas veces su respuesta es NO. Sin embargo, el Señor no
nos condena por el pecado, porque Él lo ha olvidado – “El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras
iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” – Miqueas 7:19. Lo que permanece
son las consecuencias de nuestras acciones pecaminosas, y de ellas hemos de dar
cuenta – “Pero si así no lo hacéis,
entonces habréis pecado ante Jehová, y sabed que vuestro pecado os alcanzará
– Números 32:23.
Si nos volvemos a Dios, él aliviará
nuestra alma y nos guiará con toda seguridad a través de sus dolorosas
consecuencias. Bajo Su influencia, el dolor es llevadero y sirve para
fortalecer la fe.
Recordemos a la mujer que fue
llevada delante de Jesús por los fariseos. Había sido sorprendida en adulterio,
lo cual era una clara violación de la Ley. Los líderes religiosos estaban
listos para lanzarle piedras, pero Jesús le habló a la mujer con compasión. Aunque
Él, de ninguna manera, condenó su pecado, sí reconoció que ella ya estaba
enfrentando las consecuencias de sus malas acciones. La perdonó, diciendo: “Vete, y no peques más” – Juan 8:11. Así actúa Dios con
nosotros, y cuando le fallamos nos reitera una y otra vez que su perdón hacia
nosotros es incondicional – “Vete y no
peques más”
Nada de lo que podamos hacer podrá separarnos del amor de Dios. Una manera que
Él tiene de expresar ese amor, es a través de la promesa de consuelo cuando
sufrimos. Y ahora que le conoces ¿qué
vas hacer?
* Dejar que la vergüenza nos haga
alejarnos de los tiernos brazos del Padre celestial, o podemos creer en Su
palabra cuando dice: “que Él es Padre de
misericordias y Dios de toda consolación” – 2ª Corintios 1:3
Recuerda siempre, Dios nos conoce,
nos entiende, está presto en bendecirnos, consolarnos, perdonarnos, él es Dios
de toda consolación