Hay momentos
de nuestras vidas donde sentimos de una manera u otra que todo está algo
desordenado, es como si no importara el lado al que miremos algo anda mal, como
si todo se hubiera dañado y nada tuviera sentido. Momentos en los que parece
que la mente te grita a ti mismo que no vale la pena luchar, que es mejor tirar
la toalla, buscas y buscas maneras pero nada sucede, simplemente estas ahí
intentado encontrar una salida, pero ha sido inútil y las fuerzas ya parecen
estar acabándose.
¿Alguna vez
te has sentido a punto de tirar la toalla? ¿A punto de no querer avanzar
más? Yo sí, y estoy segura que tú también. Y en medio de todo, meditando en
esta loca idea de tirar la toalla, me detuve a pensar de dónde venía la
expresión, y cuando lo leí, entendí por qué tirar la toalla nunca más será una
opción.
En el Boxeo
se le llama “tirar la toalla” al momento en el que el entrenador o
preparador de un boxeador ve que éste está al límite de su resistencia y no se
encuentra en condiciones físicas de continuar. Entonces éste, el entrenador,
arroja una toalla que debe caer dentro del cuadrilátero como símbolo de
rendición y finalización del combate para evitar daños mayores o irreparables.
En ese
instante lo entendí:
quizá te sientas sin fuerzas, sin ganas de luchar, sin ganas de levantarte, sin
fuerzas de continuar; quizá parece que vas a perder el combate y que el daño es
irreparable, pero tienes un entrenador que luchó por ti hasta el final, que
aunque fue también herido, despreciado, maltratado y asesinado, nunca tiró la
toalla, que sigue peleando la buena batalla contigo, que nunca te dejará ni te
desamparará por ti – Josué 1:5; Isaías 53:3.
¿Qué sería
de ti si Jesús hubiera decidido que era el momento de que perdieras la batalla
tirando la toalla en esa cruz?… Hoy la toalla esta en tus manos, tú decides qué
lado sale vencedor en tu vida, y así como Jesús espero que tú nunca decidas
tirar la toalla.
No importa
dónde estés ni cómo hayas llegado allí, Él siempre te dará una salida, una
salida de victoria porque nunca se rindió por ti.
“Pero nosotros no somos de los que retroceden
para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” – Hebreos
10:39
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