¿Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian las buenas nuevas.
Romanos 10:15.
Todos somos llamados por Dios, convocados y enviados con la tarea específica de anunciar el mensaje de Jesucristo a aquellos que aún no lo conocen. Esta es una afirmación muy bonita, pero muy poco tomada en serio. Nadie que crea en Cristo puede lavarse las manos frente a este compromiso. No hay descanso mientras quede un solo hombre sin saber que Cristo ha venido a salvarlo, a salvar a todos.
Dios sigue llamando a hombres y mujeres que crean que su Jerusalén es su localidad a predicar, que su Judea son sus alrededores, que su Samaria es su condado y… hasta lo último de la tierra es, hasta donde exista un hombre o una mujer sin conocer de Jesús. La vocación misionera es esencialmente, un llamado que Dios hace a quien quiere, para un servicio especial a los alejados espiritualmente, para llevarles el amor de Cristo.
Esto es la esencia del llamado, pues no ha sido llamado por hombres sino por Dios, a quién se siente deudor. Su vida, su esencia, su fuerza, su pasión y amor es obedecer anunciando el mensaje, declarando al mundo, las virtudes de aquél que nos llama de las tinieblas a su luz admirable.
¡Despierta, Sión, despierta!¡Revístete de poder!…¡Sacúdete el polvo, Jerusalén! ¡Levántate, vuelve al trono! ¡Libérate de las cadenas de tu cuello, cautiva hija de Sión!… ¡Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas; del que proclama la paz, del que anuncia buenas noticias, del que proclama la salvación, del que dice a Sión: ¡“Tu Dios reina”!
Isaías 52:1-7.
No hay comentarios:
Publicar un comentario