“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios…”
1ª Corintios 3:9
Querido Dios:
Anoche me acosté muy tarde. Tuve que pasar mucho tiempo con una de tus vides. Estaba especialmente enferma, aunque nadie lo diría. A simple vista parecía gozar de vitalidad, pero al acercarme noté que estaba muy dañada. Cuando examiné sus hojas una por una, estaban mustias y faltas de crecimiento.
Me costó entender qué había ocurrido con esta planta que otrora fuera una de las más hermosas y fructíferas de todo el viñedo. Pero mientras la examinaba, me di cuenta que se hizo poco resistente al calor del verano y al viento recio que sopla por estos parajes. La verdad es que la hemos protegido, le hemos echado abono, regado con agua, la hemos protegido de las plagas; hemos removido la tierra y quitado los yerbajos. Sin embargo, es como si esta vid quisiera morirse, como si hubiera decidido dejar de luchar para alcanzar la lozanía de antaño.
Créeme que me esforcé en retocar con las tijeras aquí y allá. Podé lo que pude, no mucho porque no se dejaba. Usé los mejores productos para restaurarla. No escatimé tiempo ni esfuerzos para revivirla. Hice todo lo que sé y lo que pude, aunque siempre me siento insuficiente para cuidar tu viñedo.
No te puedo negar que al final de la jornada me pareció ver reaccionar a esta vid maltrecha. Pareció asimilar ciertos tratamientos. No puedo decir que quedó sana, pero sí que algo ocurrió. Aún es pronto para decir cuál será el resultado final, pero me contenta saber que estuve allí cuando me necesitó. Tenía sueño, pero no me dejé vencer por él. Quería rendirme, pero la esperanza de ver rozagante otra vez a esta vid me llena de ilusión.
Mañana la miraré de nuevo y le prodigaré mi atención. Tal vez, como tantas veces he visto, esta vid pueda volver a ser la que un día fue, o quizás, mejor. No lo sé, pero toda planta merece una nueva oportunidad, aunque el coste para el viñador sea alto, nunca se comparará con el gozo de ver al objeto de su cuidado dando fruto otra vez. Irguiéndose con salud en medio del viñedo de Dios.
Termino con esto Señor. Te veré en el campo hoy, como cada día.
Con amor.
Viñador.
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