La entrada triunfal
de Jesús en Jerusalén debe haber sido uno de esos momentos para sus discípulos.
Les parecía que había sido un día maravilloso para ellos —y lo fue, pero por
razones distintas a las que ellos creían. Pensaban que el Mesías había venido a
restablecer el poder de Israel en el mundo. Pero Dios pensaba otra cosa.
Los discípulos no
eran los únicos que tenían ideas equivocadas sobre el Mesías. Muchos judíos de
ese tiempo esperaban que fuera un rey terrenal. Cuando la multitud oyó que
Jesús venía a Jerusalén, gritó: "¡Hosanna!",
que significa "¡salva ahora!"
Lo vieron como su nuevo rey que había venido a traer salvación de la opresión
política y social. Había resucitado muertos, y sin duda podría también restaurar
el reino de David y hacerlos libres del dominio romano.
Montado sobre un
asno, el Señor Jesús parecía un gobernante que regresaba a su ciudad en tiempo
de paz, mientras sus leales súbditos tendían sus capas y palmas en su camino.
Incluso los fariseos estaban viendo aquello, y decían indignados: "Mirad, el mundo se va tras él" – Juan 12:19
Piense en esta
semana en aquel tiempo cuando las circunstancias se veían de cierta manera,
pero se convirtieron totalmente en otra cosa. Recuerde también cuando usted se
dio cuenta de que Dios era diferente a lo que imaginaba, y cuando vio cómo
revelaba su voluntad de manera sorprendente.
Busque la
oportunidad de compartir esta percepción con un amigo o un ser querido:
* Declárale que
sólo Cristo salva.
* Que Jesús es el
Mesías prometido, que en él hay salvación eterna, que él viene por su Iglesia.
“Más a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” – Juan 1:12
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