Nacida en una familia judía practicante, Edith Stein se alejó de la fe de sus padres y finalmente se hizo atea. En 1917 asistió a las exequias del filósofo Reinach, uno de sus colegas y amigos. Entonces fue a visitar a su viuda, Anna Reinach. Esto no fue fácil para Edith, quien se sentía incapaz de expresar palabras de consuelo. Sin embargo, durante este encuentro, los papeles se cambiaron. En medio de su tristeza, la viuda Anna Reinach fue capaz de transmitir a Edith algo de los consuelos de la fe cristiana.
Los sobrevivientes de Auschwitz (campo de concentración donde fue asesinada) dieron testimonio del amor y de la compasión que ella mostró hasta el final hacia sus compañeros de infortunio. Su búsqueda apasionada de la verdad, su decisión por Cristo, son un llamado y un aliento muy fuertes para confiar en el amor victorioso de Dios.
“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros”.
Romanos 5:6
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