Era PRIMAVERA la mañana hermosa...
Llena de perfume de trino y de sol...
Y El Maestro me habló dulcemente...
¿No irás a mis campos como sembrador?
Pero la mañana me llenaba el alma...
Que dije sintiendo mi pecho cantar...
Maestro... Déjame quedar...
Y llegó el VERANO...y
el primer rocío,
Que cayó abundantemente sobre la amplia mies...
Y puso en el aire su grito sedante...
Con mano piadosa refrescó mi sien,
El Maestro me habló pasivamente...
¿Mis semillas tiernas, no irás a cuidar?
Mas dije al Maestro, déjame quedar...
Cuando el verano apague sus luces...
Entonces iré... Y tus semillas cuidaré...
Y llegó el OTOÑO...y
en una explosión de calor luz...
Lo incendiaba todo...con sus chispas de oro,
Todo lo cubría con gran esplendor...
De nuevo el Maestro se acercó y me dijo...
¿Mis maduras mies no irás a segar?..
Si no te tardas, aún a tiempo puedes llegar...
Pero era tan lindo...tan lindo el estío
Que dije...Maestro...déjame quedar...
Cuando haya gozado la miel del otoño,
Correré a tus campos y podré segar...
Y llegó el INVIERNO...todo
estaba blanco...
Hacía mucho frío no brillaba el sol...
La nieve y el hielo, todo lo cubrieron...
Y hasta se acercaron a mi corazón...
Entonces voluntariamente me ofrecí al Maestro...
Todo mis esfuerzos, todos mis anhelos,
Todo don precioso que habitara en mí...
Más él tristemente movió la cabeza...
Pasó la cosecha... me
dijo el Maestro,
Solo hay un poco de trigo... que no se juntó.
Más fue tu descuido el que lo dejó...
En los placeres del año lo pasaste afanoso...
Cuando yo llamaba no oíste mi voz...
10 Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come,
proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra
justicia, 11 para que estéis enriquecidos en todo para toda
liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.
2ª
Corintios 9:10-11
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