“En mi angustia invoqué al Señor, y clamé a mi Dios; desde su templo oyó mi voz, y mi clamor delante de Él llegó a sus oídos”.
Salmo 18:6.
Siendo pastores y misioneros en nuestra amada Cuba, aún trabajaba como médico, un día llegó a nuestro consultorio una joven de unos 30 años, hacía unas semanas que había aceptado al Señor. Luego de examinarla, le dimos la hermosa noticia de que iban a ser padres. Era una gran noticia, el bebe deseado, lo estaban esperando hacía 6 años. Pero algo ocurrió en el transcurso de su embarazo, entrando en el cuarto mes de gestación, se le diagnostica al bebé un tumor cardíaco, lo que hace que su embarazo sea descrito como de riesgo. Cuando ella llega a su casa, se lo comunica a su esposo a quién solo se le escuchó decir:-
- “¡Dios puede hacer que nuestro hijo viva!”, sus palabras eran tan convincentes que Martha tomándole de las manos le dice:- “¡Dios nos dio esta bendición y él se glorificará!”, solo confiemos y esperemos en él, es momento de orar y estar unidos, exclamó ella!
Ambos se estrecharon en un fuerte abrazo, y entre lágrimas y congojas Marcos aceptó al Señor y se rindió a sus pies.
Estando en el sexto mes de embarazo, la junta médica de cardiología les comunica que el bebé tiene pocas posibilidades de vida, pues el corazón ha crecido en gran proporción; a lo que la joven al ser consultada rechaza tal opinión, y confía en que Dios puede hacer el milagro de sanar a su anhelado hijo.
El nombre de la familia Estrada estaba como prioridad en cada oración de la iglesia, en motivos de oración de congregaciones hermanas dentro y fuera de la isla. Se hizo una gran cadena de oración en cada rincón que conocieran esta hermosa pero preocupante historia por la vida de este pequeño bebé, deseando que el Señor se manifestara en su vida e hiciera el milagro de sanidad.
Ante el asedio de los médicos, pues era un riesgo grande llegar al término de la gestación, Martha solo pidió que se respetara su deseo de tener a su bebe, pues ella sabía que Dios podía e iba a obrar un milagro, sus palabras de confianza, fe y esperanza, contagiaban la junta médica, que aún escépticos, no dejaban de admirar la fe de esta joven.
Llegó el momento del nacimiento, a Martha se le había programado una Cesárea, durante todo el embarazo les habíamos acompañado y esta no iba hacer la excepción. Cuando comenzó el proceso y antes de la anestesia pedimos hacer una oración, luego ella comenzó a cantar:-
- “¡Tú Fidelidad es grande, tú fidelidad incomparable es, nadie es como tú bendito Dios, grande es tu fidelidad!
Después de unos 15 minutos, se escucha una voz desde dentro del quirófano…
- ¡¡¡Todo salió bien, no entendemos aún que ha pasado, el bebé sigue siendo examinado por la junta de cardiología, pero ambos están bien!!!
Veíamos mucho nerviosismo, médicos, asistentes, especialistas con cara de no entender lo que estaba sucediendo, así transcurrieron unas 24 horas, confiando de que Dios tenía todo bajo control.
Finalmente, en medio de un ambiente eventual pero lleno de esperanza, el Dr. Ramírez nos dio la respuesta a la tanta espera:-
- ¡Colega, no sé qué ha pasado, aún estamos atónitos, hemos sometido al bebé a toda clase de exámenes médicos de alta generación en la esfera cardiológica y el bebé está sano, no hay ningún tumor que asecha su vida!, ¡¡¡el bebé está sano!!! Fueron las palabras que deseábamos escuchar, Dios hiso el milagro, Dios escuchó nuestra oración, ¡¡¡Alabado sea el Señor!!!!
La felicidad llenó a la Familia Estrada, su fe tocó el corazón de Dios, y la oración fue el instrumento para ello ¡Vimos la obra de Dios!
Es por ello que no tenemos duda de que Dios sabe lo que necesitamos, y provee y responde en el momento propicio. Sus milagros se amoldan a nuestra necesidad ¿Tienes hoy una necesidad? Sólo habla con él, su mano se extenderá de manera prodigiosa y para Él no hay casualidades, sino Milagros!!!
“Cuando clamo, respóndeme, oh Dios de mi justicia. En la angustia me has aliviado; ten piedad de mí, escucha mi oración”.
Salmo 4:1
“Será también el Señor baluarte para el oprimido, baluarte en tiempos de angustia”.
Salmo 9:9
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