El profeta Jeremías por amor a su pueblo, sentía mucha angustia al ver que no se apartaban del pecado, ni se volvían a Dios. El pasó sus días orando, amando, predicando y advirtiendo, únicamente para hallar la insensibilidad de un pueblo que endureció su corazón ante la presencia y el amor de Dios.
Sin embargo, Dios le dice: He aquí que yo los refinaré y los probaré; porque ¿Qué mas he de hacer por la hija de mi pueblo?
Con estas palabras Dios les hace saber dos cosas importantes: Que los llevará a la excelencia y formará su carácter para hacerles madurar y crecer en bendición.
Cuando un metal es refinado adquiere mayor valor y belleza. El refinamiento de parte de Dios, nos lleva a la excelencia, a ser mejores cada día. De igual manera, las pruebas: aunque muchas veces pensamos cuando estamos en medio de ellas, que son para destruirnos y derribarnos, es todo lo contrario.
En las pruebas difíciles es donde nuestro carácter y nuestra fe son perfeccionados. En medio de las pruebas podemos hacernos hombres y mujeres valientes que se levantan en medio de las circunstancias, llevando en su mano una bandera de victoria, con un corazón conforme a Dios.
Dios en su infinita misericordia decidió amarnos y no hacer otra cosa que darnos cada día una oportunidad más. Pero, podemos preguntarnos hoy: ¿Cómo vemos a Dios en medio de las pruebas, como un Padre castigador ó un Padre que me ama tanto que me lleva a la excelencia y me ayuda a crecer y a aprender?
¡Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen porque él conoce nuestra condición!
Salmos 103:13-14
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